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Dar la vida hasta las últimas consecuencias

Mi vocación nace del testimonio de las hermanas de la Compasión en mi pueblo, al ver a esas mujeres que, con sencillez, cercanía y alegría,  han servido a nuestros hermanos. Allá empezó la curiosidad de saber lo que motiva su manera de hacer y ser.

Es así que empieza mi historia de Compasión, donde el Señor se manifiesta a través de los más pobres y abandonados. Lo que también siempre he aprendido de las hermanas es lo que nuestro Padre Fundador nos recomienda: “Dar la vida hasta las últimas consecuencias”. Así también he visto siempre a las hermanas acompañar a los pobres, hasta las últimas consecuencias, sea para una muerte digna, sea para una recuperación total.

Para mí, ser religiosa de la Compasión es ser compasiva como Él es compasivo. Él siempre actúa con su Padre. Esa es también la convicción que tengo desde mi experiencia de ser religiosa de la Compasión: soy hermana de la Compasión con la comunidad. Así empieza la historia de nuestra comunidad  de Picota, acompañando a varias enfermos mentales, en nuestra casa, hasta encontrarles una familia  o un lugar apropiado y digno donde vivir.

El testimonio que me marcó fue lo de un joven llamado Adriano, epiléptico y con problemas mentales, que fue encontrado sangrando en la calle de Picota. Nuestra alegría fue que la gente del pueblo ha sabido en qué puerta tocar para pedir auxilio. La gente nos ayuda a ser lo que debemos ser y a entregar la vida hasta las últimas consecuencias, aun cuando algunas veces nos cambia de plan y rompe nuestros esquemas. Es bien exigente. Así, hemos tenido que vivir con este joven bien discapacitado, que esperaba todo de nosotras. No tenía a nadie y no sabíamos de donde venía. Después de informar a todos los medios de comunicación, sin obtener respuesta, hemos tenido que asumir las consecuencias hasta el final. Aunque algunas veces hemos pasado cansancio e impaciencia, hemos ganado en compasión, en misericordia… Hemos tenido también una mano de Dios en nuestro camino, en la persona del vecino que ha aceptado acoger al joven en su casa, porque nosotras ya no podíamos estar más tiempo con él, mientras se encontraba un lugar para él.

El vecino se encariñó del joven y fue como su verdadera familia para él y también eso lo ha permitido que se siente en una familia. Hemos seguido buscando como dar una respuesta mejor y, con la ayuda grande de los Padres de la parroquia, hemos podido encontrar un Hogar para personas abandonadas, donde hoy está muy bien cuidado. Y seguimos acompañándole como se puede visitándole de vez en cuando.

Los pobres son a los que yo debo mi vocación y también ser hermana religiosa de la Compasión. Es dar la vida con las demás, hasta las últimas consecuencias, y con alegría. Es lo que yo he aprendido de las Hermanas de la Compasión. 

Doy gracias al Señor por haberme llamado en la congregación de Ntra. Sra. de la Compasión, por haber puesto en mi camino a las Hermanas de la Compasión, quienes me han ayudado, y siguen ayudándome, a vivir la compasión con ellas y con los demás. Gracias.     

Hna. Clarisse Mbala
Comunidad Tarapoto- Perú

Ventanas de compasión

Queremos celebrar que en medio de este mundo en el que abunda el dolor y en el que parece reinar la indiferencia, hoy podemos reconocer también una corriente de Compasión que va abriendo ventanas a muchas y diversas iniciativas de humanización y solidaridad.

Nosotras, hemos querido ser cauce de esa corriente compasiva a lo largo de estos 200 años en los lugares donde vivimos y a través de los proyectos que organizamos o en los que participamos.

Te invitamos a asomarte a estas ventanas y a también a abrir los ojos a tu alrededor por si esa corriente pasa cerca y te llama a entrar en ella… O tal vez ya estás dentro y tienes un testimonio que compartir…