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Una de mis experiencias de Compasión

- “Hermanas, me voy, hasta luego”. 

Son las 14,30 Hs de un Jueves cualquiera y a las 15 Hs comenzamos a atender a 20 “hombres de la calle” (son en total 200 personas, cada dos meses) en una Parroquia de Buenos Aires.

Nuestro Equipo lo forman: una laica, ex-directora de escuela, Elena; otra laica ex-oficinista jubilada, Marta; un ex-probación (persona con una condena por delitos menores que debe cumplir con un trabajo social gratuito) y digo “ex” porque ahora es monaguillo en la Parroquia; y otro “probatión” que ejerce una cierta vigilancia. (De estos “probatión” el Párroco se hace responsable ante las autoridades civiles y nadie sabe que lo son). También está en el Equipo un joven diácono que será ordenado sacerdote a fin de año y yo misma. A excepción del diácono, todos somos adultos mayores.

Preparamos el salón donde se los recibe: 20 sillas formando una rueda y presidiendo la reunión desde una mesa, una pequeña imagen de la Inmaculada (Medalla Milagrosa) escoltada por Santa Rosa de Lima y San Expedito, con una vela encendida.

Elena prepara en la cocina una gran olla con mate cocido y Marta en otra salita abre la Computadora y el fichero donde se registran los Documentos y nombres de cada uno de los que vendrán. El Diácono y yo intercambiamos el tema que tocaremos alternadamente (una semana cada uno): apenas un pensamiento espiritual antes de servirles el mate cocido. A mí me corresponde hablarles sobre la Semana Santa. 

Y esta fue mi experiencia:

Yo empecé mi carrera docente como maestra de quinto grado en una Escuela Parroquial (casi todos eran varones de 10 años) y cuando miré al grupo de hombres que me miraban atentos, pensé: “¡Cómo han crecido los chicos de quinto! Pero no me importa les voy a hablar como siempre”. Y así fue… 

En un momento dado, uno de ellos me dijo: “Claro, Pilatos se lavó las manos como todos los políticos”. Le contesté: “Sí, tenés razón…” Y continuamos hablando de lo que sufrió Jesús y, al final, les animé a vivir este Viernes Santo desde su propia experiencia de sufrimiento... 

Después vino el mate cocido, las galletitas y pasaron al salón-ropero de Cáritas donde fueron atendidos por tres señoras y eligieron y se llevaron la ropa y las zapatillas que necesitaban.

Yo seguí pensando: “Son los chicos de quinto que se sumergieron en la vida en esta inmensa ciudad de Buenos Aires. Y, como un océano, afrontaron y sufrieron tempestades, huracanes y naufragios. El mar los arrojó extenuados y medio muertos en la playa de una Parroquia de la Iglesia Católica de donde habían partido”.

Después pensé que esa noche, cuando yo fuera a misa, tal vez encontraría a uno de ellos, como siempre, sentado en las escalinatas del atrio que me diría:

- “Hermana, ¿me da la bendición?”

Hna. Enriqueta Salvadores (Comunidad de Rincón, Buenos Aires, Argentina)

Ventanas de compasión

Queremos celebrar que en medio de este mundo en el que abunda el dolor y en el que parece reinar la indiferencia, hoy podemos reconocer también una corriente de Compasión que va abriendo ventanas a muchas y diversas iniciativas de humanización y solidaridad.

Nosotras, hemos querido ser cauce de esa corriente compasiva a lo largo de estos 200 años en los lugares donde vivimos y a través de los proyectos que organizamos o en los que participamos.

Te invitamos a asomarte a estas ventanas y a también a abrir los ojos a tu alrededor por si esa corriente pasa cerca y te llama a entrar en ella… O tal vez ya estás dentro y tienes un testimonio que compartir…