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Vamos a celebrar muy pronto los 200 años de nuestra Fundación, quiero unirlo a otro “hito” también muy importante para mí.

Hace ya más de un año que estoy en esta Residencia de Aranjuez, donde me encuentro en compañía de 270 personas residentes y en torno a 150 empleados. Entre los residentes, hay alguna otra religiosa, un sacerdote Claretiano y 16 Hnas. Compasionistas.

En el nº 12 del Comunicado de nuestro XX Cap. General, se nos recuerda que “todas hemos sido llamadas a vivir la misión hasta el final de la vida, y que las comunidades de Hnas mayores insertas en Residencias de 3ª edad son expresión de una forma de inserción misionera entre las personas de la misma edad y en las mismas condiciones.”

Desde esta realidad, en los últimos años, descubro la posibilidad de vivir una “tarea espiritual” de gran importancia, la vejez se convierte para mí en tiempo de gracia y salvación y es una gran oportunidad para culminar mi entrega al Señor. Es tiempo de aprender a vivir más despacio, sin prisas, encontrándome conmigo misma en profundidad y no desde mis propios méritos sino desde la gracia de ese Dios que nos hace esta promesa: “Hasta vuestra vejez yo seré el mismo, hasta las canas, yo os sostendré; (Is, 46.4); “Aunque uno viva 70 años y el más robusto hasta 80, la mayor parte son fatiga inútil porque pasan aprisa y vuelan” (Salmo 90,10).

Estoy viviendo esta etapa no con resignación sino preguntándole cada día al Señor ¿qué quieres decirme en esta última etapa de mi vida, sabiendo que lo importante no es el “hacer” sino el “dejarse hacer”.

Este tiempo, está siendo para mí momento de agradecer a Dios el regalo de la vida, tal como ha sido: con sus horas hermosas y sus experiencias amargas; de confiarlo todo en manos de ese Dios bueno que comprende mis equivocaciones, perdona mis faltas más oscuras y humillantes y me acepta como soy. 

El Papa nos recuerda a los mayores que, en un mundo como el actual nuestra misión es testimoniar los valores que de verdad importan más allá de las apariencias y, que permanecen siempre porque están grabados en el corazón de todo ser humano y están garantizados por la palabra de Dios.

En este momento que estoy viviendo, os repito que me siento contenta, se me ha pasado el año casi sin darme cuenta. Tengo más tiempo para saborear todo lo bueno que llega día a día: pequeños y sencillos gestos de cada residente, auxiliar, enfermera y Hnas…; intento sentir y acompañar lo que cada cual vive y expresa y este acompañamiento mutuo, da sentido y esperanza a mi vida de compasionista.

Y para terminar, quiero hacerlo con este pequeño poema “oración”:

Padre,
 quiero saber envejecer
con la verdadera sabiduría de los pobres,
de los que viven con esperanza
y saben que para los que creemos en Ti
la vida no termina, se transforma
y es el momento de prepararnos
para la vuelta
al Hogar de tu Corazón. Amen

Ventanas de compasión

Queremos celebrar que en medio de este mundo en el que abunda el dolor y en el que parece reinar la indiferencia, hoy podemos reconocer también una corriente de Compasión que va abriendo ventanas a muchas y diversas iniciativas de humanización y solidaridad.

Nosotras, hemos querido ser cauce de esa corriente compasiva a lo largo de estos 200 años en los lugares donde vivimos y a través de los proyectos que organizamos o en los que participamos.

Te invitamos a asomarte a estas ventanas y a también a abrir los ojos a tu alrededor por si esa corriente pasa cerca y te llama a entrar en ella… O tal vez ya estás dentro y tienes un testimonio que compartir…