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Al escribir estas líneas, me remonto al año de 1956, cuando a mi tierra natal –Tarapoto- llegaron 5 religiosas compasionistas: Rosa, Anunciación, Guadalupe, María Jesús y Teresa; todas ellas con la hermosa misión de ir dando a conocer el reino de Dios a través de la enseñanza en la escuela y en otros campos más. Puedo decir que tuve la gracia, la oportunidad y experiencia de ir bebiendo de las fuentes de la Compasión mediante las hermanas con  ese  espíritu propio de nuestro Padre Fundador, Mauricio Garrigou; pues todas las hermanas tenían y tienen el don de la escucha, la acogida, la ternura, la sencillez, esa palabra oportuna, alentadora en los momentos más difíciles, la  alegría compartida en los momentos de dicha, por sus gestos, actitudes y, especialmente, por estar siempre atentas a su entrega sin reserva por el más débil, por el explotado. Recuerdo mi etapa escolar donde cada día sentía la ternura de las hermanas, con cuánto amor enseñaban, cómo nos hacían participar en los teatros, con qué  entusiasmo. Luego, en la escuela  normal cómo nos orientaban, me admiraba su disciplina, los valores que nos inculcaron. Todo ello sin duda marcó mi vida.

Recuerdo, que en alguna oportunidad le dije a madre Rosa que siempre quise pertenecer a la familia compasionista y, ella, llena del espíritu santo fundó las Comunidades Cristianas Compasionistas. Madre Rosa se dio por completo para enseñarnos el camino del reino y, el señor, me hizo ese hermoso  regalo junto a otros hermanos laicos el día 15 de Agosto de 1983 cuando tres parejas de esposos (Hori, Shiroma, Trujillo) hicimos nuestro compromiso de ser testigos fieles del Señor en el mundo en que nos movamos, a servir siempre a los demás sin mirar el cansancio, el tiempo, sin esperar nada a cambio… sólo cumplir el mandato de Jesús: “AMENSE LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO LES HE AMADO” y hacer vida el lema del PADRE FUNDADOR: “FORMARÁN UN SOLO CORAZÓN Y UNA SOLA ALMA”.

Las hermanas compasionistas me han brindado inmerecidamente el verdadero amor que proviene de Dios en muchos momentos que me ha tocado vivir, como aquella vez que  enfermé de cáncer; las hermanas estaban conmigo mediante visitas, llamadas telefónicas, cartas, postales de los diferentes países donde está la Compasión, sobretodo me acompañaban con lo más grande y poderoso: la oración, y otros gestos más que reflejan el verdadero amor compasivo de Dios.

Otro momento vivido y que sentí el espíritu del Padre Mauricio Garrigou ha sido durante  la enfermedad de Oscar, mi difunto esposo. Las hermanas derramaban a raudales su Carisma. Todas sin excepción siempre han estado presentes,  en total comunicación y atentas a Oscar hasta el final de sus días y aún después. Puedo decir que mi vida está bañada a borbotones por ese amor compasivo de las  hermanas.

Por todo lo recibido y aprendido doy gracias a Dios y a la Virgen MarÍa, por haberlas puesto queridas hermanas compasionistas, en mi camino y darme a conocer el carisma de la Compasión.

¡Infinitas gracias señor! ¡infinitas gracias hermanas compasionistas!

Con mucho cariño y amor,

NELLY  GOMEZ
CCC-LIMA-PERÚ

Ventanas de compasión

Queremos celebrar que en medio de este mundo en el que abunda el dolor y en el que parece reinar la indiferencia, hoy podemos reconocer también una corriente de Compasión que va abriendo ventanas a muchas y diversas iniciativas de humanización y solidaridad.

Nosotras, hemos querido ser cauce de esa corriente compasiva a lo largo de estos 200 años en los lugares donde vivimos y a través de los proyectos que organizamos o en los que participamos.

Te invitamos a asomarte a estas ventanas y a también a abrir los ojos a tu alrededor por si esa corriente pasa cerca y te llama a entrar en ella… O tal vez ya estás dentro y tienes un testimonio que compartir…