Quiero hoy sumarme a este festejo del Bicentenario del nacimiento de la congregación Hermanas de Ntra. Señora de la Compasión, citando unas palabras del Papa Francisco: “El amor cristiano, es un amor comprometido, que se hace concreto en la vida”.
Y esa fue mi experiencia, cuando, conocí a las Hnas. de la Compasión en un Evento de Cáritas Madrid en 2004: Concretamente a Lucía, Josefa, Ana Mary. Ellas formaban parte, junto a un grupo de voluntarias, de un taller, “Crisol cocina”, dirigido al colectivo inmigrante.
En este proyecto, detrás de algo tan sencillo como enseñar cocina española a las personas que llegan a este país, en busca de un trabajo y una vida digna, se les brinda mucho más: acogida, ternura cariño, a personas afectadas por el desarraigo y la tristeza de saber a sus seres queridos, hijos, en su mayoría, lejos, y con la incertidumbre de volver a verlos vaya a saber cuándo.
Y, empecé, gracias a su invitación, a formar parte de ese taller y, en el trato cotidiano, con estas religiosas, vivencié su carisma: Vivir al lado del hermano que lo necesita, compartiendo su vida y haciendo realidad lo que Jesús nos enseñó: El amor a Dios, se muestra en el amor al que, la vida, me ha puesto al lado, codo a codo.
Hoy le doy gracias a Dios, por estos 200 años, de entrega humilde y fecunda, que hacen estas religiosas.
Pido a Nuestra Madre y Modelo, que siga guiando esta obra, que perdure en el tiempo, porque el mundo necesita, personas que muestren el Amor, la Misericordia, la Compasión de Dios.
Silvia
Cuando pienso en nuestra historia desde que llegamos a España hace 12 años, se me presentan imágenes que me llenan de alegría inmensa, de agradecimiento, de acompañamiento:
Josefa en la Plaza de la Remonta hablando de Cáritas, Lucía con el papá de Silvia en Palmira (Mendoza) o compartiendo la mesa con mis hijos en Mendoza.
Josefa invitándonos a ir a Chaminade o compartir horas robadas en cenas y cumpleaños o escucharla cuando habla de Karibu o compartir su Eucaristía; o de stop desahucios… pero, sobre todo, es ver a través de ella a tantas amigas en el Señor, haciendo verdad aquella frase: “cuando vayáis a predicar, no llevéis dinero, ni bastón ni dos vestido, sólo llevad vuestra alegría, compasión, coherencia y no palabras” (versión libre de Mt y de Evangelii Nuntiandi).
Por eso, damos gracias al Señor por que sentimos que nos da la mano a través de uds. y nos hace sentir que la vida no es una pasión inútil, sino algo que merece vivirse y compartirse.
Gracias al Señor porque las puso en nuestro camino y gracias por habernos dado también vuestra amistad.
Edgardo