Al salir del Norte de Camerún, donde yo trabajaba en el Centro de Salud de la Iglesia Evangélica Luterana de Camerún, me presenté al Dispensario católico de Mimboman y la Hna. Aurora Rueda se fijó en mí escrito…. Así, ella comenzó a introducirme en la Compasión que, entonces, no estaba tan desarrollada en mí. Pasé 30 años en la Compasión; ella fue una escuela de Vida que no olvidaré nunca. Aprendí a trabajar con lo que se tiene… Aprendí a sufrir con mis pacientes, sin mostrárselo. Aprendí el dolor entre el dolor.
Las hermanas me han enseñado a ver con otros ojos la parábola del “Buen Samaritano”.