Testimonios
Testimonio de Pablo Navarro, alumno del Colegio María Corredentora
Hace ya muchos años que entré en el colegio María Corredentora, tenía cuatro años, ahora tengo 19 y éste es mi último curso.
Mi familia se ha hecho mucho más grande. He conocido a las hermanas de la compasión, a los profesores, a todo el personal del colegio, y a mis compañeros.
Aprendí a leer, escribir, hice teatro, deporte, me ha gustado mucho ayudar en la siesta a los niños pequeños, participar en las eucaristías y sobre todo el día de mi primera comunión.
He aprendido con las hermanas de la compasión, ellas siempre me han contado las historias de Mauricio Garrigou y como él ayudaba a los demás. Yo intento hacer lo mismo: compartir, ayudar, respetar, para que todo el mundo pueda vivir en paz.
Por ello quiero dar las gracias a la gran familia de María Corredentora por haberme acompañado todos estos años, por haberme formado y haberme hecho tan feliz.
Testimonio de Blanca Arregui, laica
Cuando era niña y me preguntaban por mi vida adulta, siempre decía que quería ser feliz. Por entonces, esa felicidad imaginada tenía mucho que ver con que la vida me fuera bien y con no sufrir. No sabía aún, que nadie se libra de sufrir dolor.
Ahora, después de haber sentido el Amor de Dios en los acontecimientos de mi vida y en la oración, y de agradecer que nos haya hecho libres, ya no diría que lo que busco en la vida es ser feliz. Aunque lo soy, y mucho.
Diría que quiero colaborar en la Misión de Jesús que vino a revelar el Reino de Dios: un Reino que, como una Nueva Creación, es la expresión del Amor, de la Bondad, de la Ternura, de la Justicia, del Perdón, de la Compasión de Dios… Y hacerlo al modo de Jesús, con un Amor que se crece en los momentos de dolor. Hoy escucho: Bienaventurados, felices, los que sois tan libres como para Amar así, con un amor a prueba de sufrimiento.
Siempre me ha gustado mucho relacionarme con otros. Lo que ha cambiado es que he descubierto que esos “otros” son tan queridos por Dios Padre como yo me siento querida por Él. Son hijos de Dios. Y, por tanto, hermanas y hermanos míos. Aunque actúen mal, aunque hagan daño. Yo también actúo mal y hago daño a otros. Cualquiera merecer ser amado porque Dios nos ama incondicionalmente.
Hoy te quiero pedir, María de la Compasión, que nos pongas con tu Hijo Jesús que lleva la Cruz.
Testimonio de Rafaela Méndez, hermana
Son muchos y diversos los momentos que podría compartirles, donde pude descubrir signos de compasión de Dios en mi historia, que me va configurando no solo como una persona feliz, sino que me ayuda a crecer y vivir como mujer, como cristiana: como hermana de la compasión.
Por eso mi primer sentir de bienaventuranza, tiene que ver con el formar parte de esta gran Iglesia, por haber sido bautizada en ella y sentirme integrante de esta familia sin fronteras…
Bienaventurada de mi (o de nosotras) por el gozo de saberme llamada a construir comunidades orantes y fraternas junto a mis hermanas compasionistas allí donde vaya, esforzándonos diariamente por hacer vida el Evangelio que nos congrega…
Bienaventurada me siento cuando puedo compartir en una plaza con hermanos que se encuentran a la intemperie… un saludo, un bocata, un caldo caliente en las frías noches de invierno.
Y me atrevo a compartir, por último, qué feliz soy, cuando llego a intuir la presencia del Señor que se encarna en mi día a día, cuando puedo aprender de tanta gente que lo anuncia con su vida entregada, en sus luchas pacíficas por conseguir un mundo más humano, más justo…